Así como afecta a las mareas, la Luna tienen un gran impacto en nuestros cuerpos porque estamos mayormente compuestos de agua. Quizás hayas notado que aproximándonos a un día de Luna Llena o Luna Nueva, podemos sentirnos más cansados, más sensibles o irritables, soñamos mucho, nos cuesta dormir profundamente, o tenemos menos energía que lo habitual. A cada uno nos afecta de manera diferente, y con la misma práctica de Yoga nos vamos volviendo más perceptivos de estos cambios de energía que suceden en lo más alto. Nos ayuda a hacernos más conscientes y estar más atentos a lo que necesitamos en ese tránsito. Incluso quizás sentimos curiosidad por indagar, ahondar, aprovechar el movimiento en el cielo y sintonizar con todo eso que se mueve y abre.
Más allá de tu interés personal por ahondar en esos plano, en la práctica de Yoga se recomienda descansar o no exigir el cuerpo. Son días ideales para prácticas más pasivas, restauradoras, o que inviten a la introspección -como la práctica de Yin, Pranayama o Meditación. Valernos de herramientas y técnicas que ayudan a balancear la agitación de esa marea producida por la luna.
Aprovechá a cultivar un espacio de silencio que permite profundizar la escucha interior. Si no haces ninguna de esas prácticas al menos dedicate un lindo espacio en casa, permitite desacelerar un poco la marcha o sacar algunas cosas de la agenda, hacer un poquito de ayuno de información, elegir con qué nutrirte y cómo cuidar de vos mismo para sobrellevar con más tranquilidad esos días previos y el día de luna en sí.
A medida que más vamos profundizando en la práctica de yoga más iremos sintiendo ese llamado a alinearnos o sintonizar con todo el movimiento y el flujo del universo, a sentirnos parte de ese todo. Otra invitación a vivir el Yoga desde lo profundo, y más allá de la práctica sobre el mat.
